"Cuentan, hijo, que una noche, tres flechas fueron lanzadas
con un único propósito, ser encontradas.
La primera flecha tenía el nombre de una princesa encerrada en un castillo. El caballero la amaba con
toda su alma. Ésta fue lanzada en dirección al lugar más alto del reino, el
lugar en el que el caballero besó a la princesa. La segunda flecha llevaba el
nombre del caballero, y fue lanzada en dirección al reino cercano, dónde el
caballero libraría la más importante de sus batallas. Y la tercera, hijo, la
tercera era la más importante. Esa flecha era la del futuro, un futuro que
podrían tener juntos.
Una vez lanzadas, el caballero se armó de valor y
luchó contra la maleza y las ramas de los árboles para encontrar sus flechas.
La primera apareció de casualidad, como lo había hecho su
princesa tiempo atrás. Se sintió aliviado y a la vez asombrado por la facilidad
con la que la flecha se le había aparecido.
La segunda flecha fue la más
costosa, pues era la suya propia y él llevaba demasiado tiempo perdido. El
caballero usó todos sus conocimientos adquiridos en mil batallas y tras una
búsqueda exhaustiva, encontró la flecha y, con ello, a sí mismo.
Y por fin,
quedaba la más difícil, el futuro. El caballero pensó rendirse varias veces.
Hijo, pensarás que los caballeros nunca lloran, pero éste lo hizo, después de
muchos años sin que una lágrima acariciase su mejilla, esa noche, el caballero lloró. Cansado, helado por el
frío y sin esperanza, el caballero se recostó en un árbol, y cuando se quiso
dar cuenta, allí estaba la tercera flecha. En ese momento, el caballero se dio
cuenta de que la perseverancia, al final, da sus frutos. Por muy duro que sea el camino, por muy largo y cuesta arriba, no
debía rendirse nunca. Él encontró sus tres flechas, y no solo eso, mi amor, se
encontró a sí mismo aquella noche”
Ahora, a dormir, ratoncito. Buenas noches.
Me levanté de la
cama, le di un beso en la frente y cuando me dirigía a la puerta de aquella
habitación, esquivando juguetes, oí su vocecita:
- Mamá, ¿Qué pasó con el caballero y su princesa?
Y en ese momento, supe qué contestar…
- Hijo, ese cuento está todavía por escribir…