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Antes de marchar, me gustaría decirte algo.
Cuando te sientas solo, triste o abatido, quiero que, en la noche, levantes la vista el cielo y cuentes las estrellas, todas y cada una de ellas. Cuando hayas terminado de contarlas todas, sólo en ese momento, dejaré de quererte. Y apuesto a que jamás serás capaz de terminar de contarlas. Nunca.
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