Nuestra historia podría ser como aquella canción con ritmo
Irlandés que tanto me recuerda a ti, y te felicitaría la navidad de forma
peculiar, mientras, borracho –de amor– acaricias tu guitarra. Porque yo podría
ver un tiempo mejor, donde todos nuestros sueños se hiciesen realidad.
Pero mis labios no fueron para ti más que una playa casi
virgen, por la que te paseabas con cuidado de no dejar huella. Insensato,
pisaste fuerte.
Quiero pensar que al menos me recordarás como “aquella puta
que se llevó tus poemas” como decía tu autor de poesía favorito…
Tú, que recogiste estos trocitos de lo que antes era yo y me
hiciste fuerte.
Tú, que
llamabas a la cordura.
A
mí, que me dominaba la insensatez.
Éramos, pues, el perfecto equilibrio.
Pero tú me enseñaste que el amor no entiende de razones y
que el perfecto equilibrio no existe.
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