domingo, 22 de abril de 2012

Lluvia.

La lluvia cuando cae arrastra con ella todo lo que encuentra a su paso. Es por eso que nos gusta tanto ver llover, porque nos despeja la mente, dejamos de pensar mientras contemplamos caer finas gotitas, como si fuesen lágrimas, que van a parar al suelo, juntándose con las demás y formando pequeñas corrientes de agua.
La lluvia puede parecer triste, sí, pero para mi nunca lo ha sido, pues de pequeña solía mirarla caer sentada en un sillón en casa de mi abuela, mientras ella hacía punto con la televisión de fondo.  Recuerdo cuando me contaba, antes de perder la vista, cómo le gustaba mirar por la ventana mientras llovía y cómo parecía que se parase el tiempo para ella.
Aunque aquel día era soleado, decidí abrir la ventana para dejar entrar una brisa veraniega.
— ¿Cariño, hueles eso? Susurró mi abuela, desde su sillón, con la mirada perdida.
—Lo siento abuela, no huelo nada.
—Huele a lluvia Contestó sonriendo.
Miré al cielo soleado y no pude evitar dejar correr una lágrima por mi mejilla. Efectivamente, esa tarde llovió, y mi abuela supo que aquella lluvia sería la última. .