jueves, 26 de diciembre de 2013

Banksy




"I mean, they say you die twice. One time when you stop

breathing and a second time, a bit later on, when somebody 

says your name for the last time" 

[and it is in the last one 

when you stop being immortal]



sábado, 28 de septiembre de 2013

Bum, bum. Tic, tac.

[…En mi mente todavía resuena el sonido de la lluvia estrellándose contra el suelo, la melodía de los pequeños riachuelos que se formaban en aquellas calles angostas e irregulares y el silencio humano. Porque cuando llueve dejamos de oírnos mutuamente para escuchar el sonido de la naturaleza en su máximo esplendor. Os puedo asegurar que la lluvia en aquel pueblo medieval no es, ni por asomo, como la de vuestros pueblos…]

…Oía el tintineo de las gotas aterrizando sobre el ventanuco cuadrado del desván. Un haz de luz grisácea iluminaba la estancia, nada más. Podía ver el polvo de cientos de años revoloteando sin rumbo por la habitación. Mi guarida. Mi habitación oculta a más de 500 kilómetros de casa. Y así me sentía yo, lejana a todo lo cercano. Cercana a todo lo lejano. Hacía años que nadie entraba allí y olía a viejo, humedad y abandono. Y por eso me gustaba. Solía sentarme en un baúl y probarme sombreros de copa antiquísimos, saludar al aire tendiendo la mano caballerosamente, solía jugar con mi reflejo en el espejo de madera de roble que perteneció a mi tatarabuela, solía probarme vestidos de antepasados que tenían más polvo que lentejuelas y flecos. Me hacía llamar la Marquesa del Álamo, y con zapatos de charol, varios números más grandes, paseaba por todo el desván, imaginando ser anfitriona de envidiables cócteles y recepciones, sonreía con la punta de los dedos cuidadosamente colocada sobre los labios, hacía reverencias a mis invisibles invitados y removía el polvo del suelo mientras bailaba con copas de champán en la mano. Revivía la historia de aquella casa centenaria. Cuando me cansaba, lo guardaba todo cuidadosamente y pasaba a examinar fotos en blanco y negro. Ventanas al pasado olvidadas en el suelo, reposando sobre una pared.
  Era feliz. Era una niña.

 Pero aquel día escuché algo que nunca antes había escuchado. Un sonido rítmico y repetitivo. Tic, tac, tic, tac…Busqué durante varios interminables minutos en los que el sonido crecía cada vez más. Abrí baúles, moví cuadros, aparté cajas y, por fin, apareció. Dentro de un estuche marrón de piel encontré el mayor tesoro que había entre tantos trastos viejos. Un reloj de cuerda, tan preciso que podía escuchar, si prestaba la atención necesaria, todos sus engranajes en movimiento. Corrí escaleras abajo, empujé el portón y me apresuré calle arriba, hasta el paseo de la Alameda, reloj en mano. Me senté un banco tan alto que los pies me colgaban y los mecía lentamente en el aire. Había dejado de llover y yo había encontrado un tesoro.


Me cubrí con la capucha la cabeza, bajé del coche y me dirigí hacia el gran portón de madera grabada con el escudo de mi familia, empujé y unas escaleras de madera se abrieron paso ante mis ojos. Seguían igual de viejas como las recordaba. Miré hacia arriba, el gran ventanal, que seguía teniendo un cristal roto, fruto del paso del tiempo, y sonreí al ver que el cielo era de color gris. Justo como aquel día. Lentamente recorrí todos los rincones de aquella casa, rincones que escondían historias, pues además de casa, antaño fue la consulta médica de mi bisabuelo. Subí, acompañada por el crujido de la madera, las escaleras hacia mi guarida, después de tantos años. La misma luz alumbraba la pequeña habitación llena de tesoros, pero yo solo buscaba uno en concreto, que recordaba perfectamente. Agarré el estuche de piel y corrí escaleras abajo. Esta vez no me dirigía a la Alameda, esta vez el camino era algo más largo. Empezó a llover tan fuerte que el agua dificultaba el paso por las estrechas y mal pavimentadas calles. Con más esfuerzo del habitual, llegué al castillo, ahora convertido en parador. Un grupo de turistas, refugiándose de la lluvia me miró curioso. Pasé por su lado a paso ligero, dejando pequeños charcos de agua por donde pisaba. No me importaba. Subí las largas y pequeñas escaleras de caracol hasta la torre más alta. Llegue a la muralla y sin detenerme corrí hasta una piedra que sobresalía. Subí encima, abrí el estuche, saqué el reloj, le di cuerda y con los ojos cerrados escuché una última  vez su rítmico tic tac. Aún con los ojos cerrados, lo lancé al vacío.
Igual sí que es verdad que estoy un poco majareta, igual es verdad que perdí el rumbo de mi vida, igual es verdad que me dejaba llevar, cual marioneta. Pero lo que sí era verdad es que había perdido todo aquello que un día me importó. Llorando, vi como el reloj se hacía añicos contra una de las rocas y el agua arrastraba todos sus engranajes. Justo como mi corazón. El tic tac del reloj moviendo las agujas. El pum, pum de mi corazón bombeando sangre. El primero desapareció, el segundo se aceleró. Uno sustituyó al otro.


Lancé el reloj porque las horas ya no me importaban. Porque el paso del tiempo ya no podía hacerme más daño. Porque las heridas eran tan profundas que ni el tiempo era capaz de curarlas. Así que decidí vencerlo, a mi manera.


Ahora solo queda esperar…Esperar a morir, esperar a vivir. ¿Qué más da? 

martes, 23 de julio de 2013

Turn off the lights

Quería morir en silencio, salir de puntillas y apagar la luz. Pero me olvidé de que, aún con todo mi corazón a oscuras, tarde o temprano, mis ojos se acostumbrarían a la oscuridad y volvería a verte.

domingo, 21 de julio de 2013

♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

Me regalaron ocho corazones por si uno se rompía. Lo que no me dijeron es que un corazón roto duele como ocho.


domingo, 9 de junio de 2013

Bebiéndote.


Bebiendo té, bebiendo-té, bebiéndote. 
Bebiendo tus recuerdos y sonrisas. 
Bebiendo tus suspiros. 
Aquí te espero, bebiendo té.

domingo, 2 de junio de 2013

Me quiere, no me quiere.

- ¿Que por qué me regaló una Dalia en lugar de una rosa o un clavel? ¡Ah! esas flores bonitas, sí, pero vulgares. Vamos, ¡Todo el mundo puede conseguir una rosa! Ahora, si te consigue una dalia, esta terriblemente enamorado de ti. Créeme.

- ¿Y en que te basas para decir eso, Doña Sabionda?

- Buena pregunta. Verás, pequeño saltamontes. ¿Cuántos pétalos tiene una rosa? Yo te lo diré, pocos. ¿Y un clavel? Menos. Pero las dalias...Las dalias tienen cantidad de pétalos. Intenta contarlos. No podrás. Que te regalen una dalia es símbolo de amor eterno.

¿Y quién dice eso?

- ¡Yo! Mira, todas hemos jugado al juego de "Me quiere, no me quiere" ¿Verdad? Ahora imagina jugar con una dalia. Las dalias tienen tantos pétalos que ese juego se vuelve casi eterno. ¿Y, es que, qué hay más eterno que el mismísimo amor?




miércoles, 22 de mayo de 2013

.

Pero tú nunca lo sabrás. 


(Poner ese punto y final me ha costado más de lo que jamás imaginé) 

lunes, 20 de mayo de 2013

Hoy


Hoy, mi reloj se ha parado a las 7:32.
Hoy, mi cabeza se ha atascado en el jueves maldito. A las 7:32 
Hoy, mi mirada se ha perdido en el suelo donde tanto lloré.
Hoy, las señales me han dado una hostia, y los recuerdos, otra.


viernes, 17 de mayo de 2013

Amarte

La noche les sorprendió abrazados, en el punto más alto de la ciudad. Un mapa de luz artificial comenzó a dibujarse bajo sus pies, pero ellos estaban demasiado ocupados mirando el cuadro más bonito jamás pintado; las estrellas. 
Y casi en un susurro ella le preguntó...
- ¿Cuánto me quieres? 
Y él, antes de que la pregunta fuese formulada por completo, ya sabía que contestar
- Como de aquí a-marte.



martes, 7 de mayo de 2013

Tuya

      - ¿Y no te da miedo dar el “Sí quiero”?
      - Bueno, llevo semanas ensayando. En el espejo, en la ducha, mientras cocino, mientras conduzco…
 - ¿Y qué esperas con eso?
         - Quitarle importancia a esas dos palabras. Hacerlas que suenen familiares
- Entiendo…
     - Verás, lo que tú y todos los invitados oiréis será “Sí quiero”, pero en mi cabeza sonará “Tuya para siempre”

lunes, 22 de abril de 2013

Ya he despertado.


"Ayer soñé que volvías, soñé que me abrazabas, que volvías a besarme. Soñé que todo había pasado, que todo era eterno.
Pero no fue más que una pesadilla"


miércoles, 3 de abril de 2013

"Creo que tienes un pájaro en la cabeza"

Y él podría haber cargado contra los pájaros de mi cabeza. Pero no, aún con la escopeta cargada y apuntando, decidió alimentarlos y cuidarlos, hasta que cantasen. Y cantaron, vaya si cantaron.

sábado, 30 de marzo de 2013

19


Antes de marchar, me gustaría decirte algo.

Cuando te sientas solo, triste o abatido, quiero que, en la noche, levantes la vista el cielo y cuentes las estrellas, todas y cada una de ellas. Cuando hayas terminado de contarlas todas, sólo en ese momento, dejaré de quererte. Y apuesto a que jamás serás capaz de terminar de contarlas. Nunca.

martes, 19 de marzo de 2013



Es en ese momento, en el que palabras que tuvieron mucho significado se amontonan en tu cabeza, cuando te das cuenta de que esas palabras ya no significan lo mismo. 
He cavado mi propia tumba, y todo sin darme cuenta. A veces veía sangre en mis manos y la ignoraba. Heridas pasadas, decía. ¡Qué ilusa! Con mis propias manos me he ahogado, y no contenta con ello me he enterrado bajo capas de vergüenza y decepción. Me he enterrado tan abajo que dudo que alguien pueda encontrarme. Ni si quiera aquí abajo me llega su aroma. Y eso me atormenta. Estoy a oscuras, y mis ojos nunca se acostumbrarán a la oscuridad, porque he perdido mi luz.

domingo, 10 de febrero de 2013

El caballero y sus tres flechas


"Cuentan, hijo, que una noche, tres flechas fueron lanzadas con un único propósito, ser encontradas. 
La primera flecha tenía el nombre de una princesa encerrada en un castillo. El caballero la amaba con toda su alma. Ésta fue lanzada en dirección al lugar más alto del reino, el lugar en el que el caballero besó a la princesa. La segunda flecha llevaba el nombre del caballero, y fue lanzada en dirección al reino cercano, dónde el caballero libraría la más importante de sus batallas. Y la tercera, hijo, la tercera era la más importante. Esa flecha era la del futuro, un futuro que podrían tener juntos.
Una vez lanzadas, el caballero se armó de valor y luchó contra la maleza y las ramas de los árboles para encontrar sus flechas.
La primera apareció de casualidad, como lo había hecho su princesa tiempo atrás. Se sintió aliviado y a la vez asombrado por la facilidad con la que la flecha se le había aparecido.
 La segunda flecha fue la más costosa, pues era la suya propia y él llevaba demasiado tiempo perdido. El caballero usó todos sus conocimientos adquiridos en mil batallas y tras una búsqueda exhaustiva, encontró la flecha y, con ello, a sí mismo. 
Y por fin, quedaba la más difícil, el futuro. El caballero pensó rendirse varias veces. Hijo, pensarás que los caballeros nunca lloran, pero éste lo hizo, después de muchos años sin que una lágrima acariciase su mejilla, esa noche, el caballero lloró. Cansado, helado por el frío y sin esperanza, el caballero se recostó en un árbol, y cuando se quiso dar cuenta, allí estaba la tercera flecha. En ese momento, el caballero se dio cuenta de que la perseverancia, al final, da sus frutos. Por muy duro que sea el camino, por muy largo y cuesta arriba, no debía rendirse nunca. Él encontró sus tres flechas, y no solo eso, mi amor, se encontró a sí mismo aquella noche”

Ahora, a dormir, ratoncito. Buenas noches. 
Me levanté de la cama, le di un beso en la frente y cuando me dirigía a la puerta de aquella habitación, esquivando juguetes, oí su vocecita:
- Mamá, ¿Qué pasó con el caballero y su princesa?
Y en ese momento, supe qué contestar…
- Hijo, ese cuento está todavía por escribir…

sábado, 9 de febrero de 2013

Me perdí


Me perdí, ciertamente lo hice. Me perdí en el cruce de tu aroma y tu piel, me perdí en la curva de tu sonrisa. Me perdí en el quinto lunar de tu espalda, en el quinto beso. Me perdí con la melodía de tu voz. Me perdí en la octava caricia y en el primer "te quiero". Y tanto me perdí, que todavía sigo buscándome. 

jueves, 31 de enero de 2013

5


Cuando estoy contigo, es como si nublases todos mis sentidos...

"Cuando estoy contigo no puedo oler más que tu aroma, no puedo ver otra cosa que no sean tus ojos color miel. Cuando estoy contigo no puedo oír más que tu voz, no puedo saborear nada más que tus labios y no puedo tocar más que tu piel" 

martes, 15 de enero de 2013

Darse cuenta


"Me levanto por la mañana.
Salgo de mi casa.
Hay un socavón en la acera.
No lo veo
y me caigo en él.
Al dia siguiente
salgo de mi casa,
me olvido de que hay un socavón en la acera,
y me vuelvo a caer en él.
Al tecer día
salgo de mi casa tratando de acordarme
de que hay un socavón en la acera.
Sin embargo,
no lo recuerdo
y caigo en él.
Al cuarto día
salgo de mi casa tratando de acordarme
del socavón en la acera.
Lo recuerdo y,
a pesar de eso,
no veo el pozo y caigo en él.
Al quinto día
salgo de mi casa.
Recuerdo que tengo que tener presente
el socavón en la acera
y camino mirando al suelo.
Y lo veo y,
a pesar de verlo,
caigo en él.
Al sexto día
salgo de mi casa.
Recuerdo el socavón en la acera.
Voy buscándolo con la mirada.
Lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.
Al séptimo día
salgo de mi casa.
Veo el socavón.
Tomo carrerilla,
salto,
rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado,
pero no es suficiente y caigo en él.
Al octavo día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
salto,
¡llego al otro lado!
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido
que lo celebro dando saltos de alegría…
Y, al hacerlo,
caigo otra vez en el pozo.
Al noveno día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
lo salto
y sigo mi camino.
Al décimo día,
justo hoy,
me doy cuenta
de que es más cómodo
caminar…
por la acera de enfrente.”


Jorge Bucay.

miércoles, 9 de enero de 2013

Oh, pero yo no soy una señorita



Debería usted saber que soy un alma libre y rebelde...

Me gusta correr por el prado y bajar colina abajo, mientras se espera de una señorita que disfrute de una tarde soleada. Me gusta leer en voz alta para que las historias sean un poco más reales y no estén solo en mi cabeza. Me gusta reír a carcajadas, vestir con vaqueros y converse. Me gusta jugar con la comida y comer chuches. Me gusta mirar los labios de la gente cuando habla. Me gusta mirarme los pies cuando ando. Me gusta bailar antes de ducharme. Me gusta tomar el sol y quemarme. Me gusta andar descalza. Me gusta hablar en inglés y me gusta recitar poemas. Me gusta escuchar música alta. Me gusta que me susurren y más en inglés. Me gusta la lluvia, porque limpia mi camino. Me gustan las nubes. Me gusta el agua del mar. De hecho, me gusta mi nombre porque soy como la misma palabra: Cristalina, azul y tranquila. Me gustan mis ojos y no se por qué. Me gusta el olor a hierba mojada y a gasolina. Me gusta chupar los helados y nunca morderlos. Me gusta comer chocolate y dejar que se derrita en mis dedos. Me gusta que me cuenten historias. Me gusta la nieve. Me gustan los animales y la naturaleza. Y me gustan las flores, sobre todo las rosas.