jueves, 21 de octubre de 2010

¿Por qué?


Era una fría tarde de invierno, y yo vagaba por las calles. Diría que no estaba haciendo nada, pero mentiría, andaba de un lado para otro, intentando ignorar aquella fuerza que me mantenía en la calle. No podía volver, todo lo que estaba en mi casa, irremediablemente, me recordaba a él
Gotas de agua resbalaban por mi cara, a decir verdad, no sabía cuando había empezado a llover
Miraba a la gente de mí alrededor. Padres con sus hijos. Parejas. Grupos de amigos. Todos haciendo alarde de los sentimientos que les unían. El amor surge de muchas formas y maneras, pero tarde o temprano termina. ¿Cuándo se deja de querer? ¿Cuándo podemos afirmar que no amamos a alguien? ¿El cambio es radical? ¿Cuándo se atreve alguien a decir esa frase maldita, que sabe que sin remedio va a causar tanto daño a otra persona? ¿Cuándo sabemos con certeza que no nos vamos a arrepentir de un “Ya no te quiero”?
Me refugié en una cafetería, por pura inercia, acompañada de un café, y las voces de la gente a mi alrededor.
Entonces le vi, casualidad, destino…¡Que mas da! Le vi con la que yo siempre llamaré, haciendo alarde de despecho, la otra. Porque tiene otro cuerpo, otra cara, otros ojos, otra risa, otra forma de besar distinta a la mía...
Y es esa opción la que él eligió, la que me remuerde por dentro una y otra vez, cada vez que me miro en el espejo, y me hago esa terrible pregunta ¿Por qué ella y no yo?
Ella dejó su abrigo en una silla, y se fue en dirección al aseo con unos pasos ligeros, más característicos de una supermodelo. Su pelo negro bailaba con gracia en su espalda, al ritmo de sus pasos.Y él se acercó a la barra para efectuar su pedido.
Salí corriendo de allí. Fue más una autodefensa, no quería que me viera así. Corrí por toda la calle, intentando olvidar su cara, sus manos, su pelo. Mi paso se aceleró cada vez más, hasta que empecé a correr, dejándome las fuerzas en cada paso, pisando con saña la acera y arrollando con rabia a cualquiera que se interpusiese en mi camino.
Llegué hasta un parquecito, con un pequeño lago, plagado de barquitos teledirigidos, que supuse pertenecían a niños felices, que disfrutaban de la compañía de un ser querido. Me senté en un banco, sin hacer nada, excepto observar a la gente dejando fluir mi rabia
Yo, que había jurado tiempo atrás que no volvería a dirigirle la palabra, sentía la necesidad de volver y preguntarle..¿Por qué?, ¿Por qué ella y no yo?¿Por qué todo este sufrimiento?
Por primera vez desde que ocurrió todo aquello, comencé a llorar...

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