martes, 11 de enero de 2011

Growing up

Todo comenzó aquella lluviosa tarde de domingo.
 El agua templada resbalaba por mi cuerpo, realmente necesitaba aquella ducha, después de la grandiosa tarde de estudio. Aunque lo que nadie sabe es que aquella tarde no estudié, simplemente miré las musarañas, contemplé el gotelé de mi pared, giré el lápiz hasta marearlo, pero lo más productivo que hice aquella tarde fue pensar. Pensar en que quizás ya no era una niña, quizás mi época de no saber donde estoy terminó, mis gustos y preferencias por fin se establecieron fijos, ya no cambiarían. Sabía todo lo que me gustaba, mi comida favorita, mi bebida favorita, y por qué no, mi bebida alcohólica favorita, mi canción favorita...Mi persona favorita. Sí, esa que había aparecido por casualidad en mi vida unos años atrás, y que misteriosamente pareció un fantasma para mi durante mis años escolares. Pero, pensando en todo aquello...una duda todavía mayor vino a mi cabeza...¿Realmente era lo suficientemente adulta como para realizar acciones de adultos? Pero no las del chocolate Valor...¿Realmente estaba preparada para abandonar de golpe mi niñez? Siempre había tenido miedo a la palabra crecer, porque suponía un cambio en mi vida, y para las personas cuadriculadas, como yo, un cambio supone un giro de 180º, poner todo patas arriba y volver a montar mi vida, como con las piezas de Lego....
Agarré con una mano una toalla para cubrirme, todavía pensando en mi vida cuadriculada...¿Por qué no arriesgarlo todo a una tirada? ¿Qué podía perder? ¿Mi niñez? ¿Acaso eso se puede perder, o simplemente desaparece por sí sola? Mirándome al espejo me peiné la maraña de pelo mojado, procurando no dejarme calva por culpa de los tirones. En fin, que las cosas, cuanto menos las pienses, mejor salen. Esa fue mi conclusión final. Todavía con la toalla puesta, crucé el pasillo hasta mi habitación. Por suerte estaba sola, porque había olvidado toda la ropa encima de la cama...Y allí estaba él, sentado sobre ella, sonriendo, con la sonrisa más bonita que jamás le había visto. Todavía yo era incapaz de pronunciar palabra alguna, así que él, se ahorró todo comentario sobre el tiempo, sobre el frío o cualquier cosa absurda que hubiera estado fuera de lugar, y caminó hasta mi. Colocando su dedo pulgar en mi barbilla y el índice bajo mi mandíbula, me levantó la cara y no pude esconder mi sonrojadas mejillas, mis brillantes ojos y mi sonrisa cómplice. Comenzó a besarme, suavemente en los labios, después lentamente bajó por el cuello, por mi hombro, apartó mi melena y con su mirada me guió hasta la cama. Obedecí sin mediar palabra. Y con un solo movimiento de su mano, mi toalla desapareció. Agarré su camiseta y la deslicé hacia arriba, mientras paseaba mis manos por su espalda y sentía como su piel se erizaba al contacto con la mía. Él se incorporó levantando los brazos para facilitar la extracción y se despeinó. Instintivamente mis manos se dirigieron al cinturón y con certeza lo desabrocharon, y junto con él, el pantalón, que cayó junto con la camiseta en el suelo, haciendo un ruido sordo. Más besos, muchos besos...Cerré los ojos y mientras, oía su entrecortada respiración sobre mí. Sin quererlo comenzó a brotar de mí, de mi interior, de lo más profundo, una sensación incomparable, inigualable, insuperable. No era yo, realmente no lo era...Perdí la concentración, simplemente me dejé llevar, y esa fue la decisión correcta.
Porque la niñez nunca se pierde, si tú no quieres. Irá menguando con el tiempo, pero esa niña interior jamás se irá. Toda nuestra vida está llena de errores, pero no por eso hay que dejar de hacer algunas cosas, porque el único error que cometemos entonces, es el de preguntarnos durante mucho tiempo, qué habría sucedido.

No hay comentarios: